Me fumé el sentido del ridículo, me esnifé la vergüenza, me tome un mojito cargado de humor, al día siguiente tuve resaca, pero daba igual, ¿¡qué coño importaba ya todo!? Estaba dispuesta a hacer lo que fuera, así que cogí la jeringuilla, y me inyecté por vena algo llamado felicidad.

martes, 6 de septiembre de 2011
Cambie
los tacones por andar descalza bajo la lluvia, la prudencia por una botella de
vodka, la tranquilidad por un café bien cargado, vendi mi calma a cambio de una
dosis de orgullo, regalé los momentos de pelicula y me dieron noches de
fiesta, perdi el miedo y las ganas de
trabajar, recibi felicidad y la vergüenza hace tiempo ya que la perdí.
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