Me fumé el sentido del ridículo, me esnifé la vergüenza, me tome un mojito cargado de humor, al día siguiente tuve resaca, pero daba igual, ¿¡qué coño
importaba ya todo!? Estaba dispuesta a hacer lo que fuera, así que cogí la jeringuilla, y me inyecté por vena algo llamado felicidad.
domingo, 13 de noviembre de 2011
Cuando pensé
que no iba a encontrar algo mas inútil que el lápiz blanco en la caja de
colores, te conocí.
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