Me fumé el sentido del ridículo, me esnifé la vergüenza, me tome un mojito cargado de humor, al día siguiente tuve resaca, pero daba igual, ¿¡qué coño
importaba ya todo!? Estaba dispuesta a hacer lo que fuera, así que cogí la jeringuilla, y me inyecté por vena algo llamado felicidad.
martes, 7 de junio de 2011
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-Una 90. +Sí? No me lo creo... -Te enseño la etiqueta? +No, enseñame el relleno
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