jueves, 16 de junio de 2011

Todo acaba.

Hoy, es uno de esos días en los que te gustaría ir a una terraza, en cualquier parte del mundo. Subirte sobre el borde del muro que la separa del abismo, y quedarte allí de pié frente al mundo. Mirando al suelo, observando todo lo que hay debajo de ti pensar así, que en una milésima de segundo, todo podría acabar, todo. Todo lo bueno, y también todo lo malo, todo el sufrimiento, todas las lágrimas, y lo que es más importante, todo tu pasado.
Y es entonces cuando te gustaría escuchar la voz de alguien detrás de ti que te dijese que no lo hicieses, que no podría vivir sin ti, sin escuchar tus gilipolleces diarias, porque realmente, eres tú esa persona que hace el mundo especial. Escuchar a alguien diciéndote que realmente vales más de lo que creías, es lo que puede ayudarte a dejar de cometer ese error. Pero te das la vuelta, y no ves a nadie, porque no hay nadie, y tú tampoco eres nadie, entonces te giras, te pones en el borde de la terraza, miras abajo, das un salto y caes al vacío.


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